Buscando nuestro Oriente

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Cuentan que un erudito fue invitado a dar una conferencia ante un nutrido auditorio. Al llegar el sabio preguntó si sabían de qué iba a hablarles. Los asistentes respondieron que no y el erudito en tono seco dijo: -si no sabéis para qué estoy aquí, me marcho. Y se fue sin más. Al año siguiente volvió de nuevo ante el mismo auditorio y volvió a preguntar: -¿Sabéis de qué os voy a hablar?. El público contestó al unísono que sí. Entonces el erudito replicó: -Si ya lo sabéis, me voy.

Por tercera vez regresó al año siguiente el erudito al auditorio. Los asistentes habían acordado responder al sabio unos que sí y otros que no. Y así lo hicieron. El erudito replicó: -Pues los que lo sepan que se lo cuenten a los que no lo saben… Y se volvió a marchar.

Pues algo parecido experimentamos la semana pasada ante la poco habitual y pausada explicación que compartimos con el jesuíta Juan Masiá. Probablemente todos esperábamos grandes reflexiones y conceptos que iluminaran… mejor dicho, satisfacieran nuestra mente y nuestro ego. Pero en el más puro estilo zen, y casi como atrapados en un koan sin salida, Juan nos brindó una pequeña y humilde reflexión: Todos buscamos nuestro Oriente, pero realmente no es diferente aquí y allí (parafraseando a Javier Krahe, en las antípodas todos es idéntico a lo autóctono).

Los que andamos en la búsqueda, posiblemente cansados o insatisfechos por las normas, rigideces y artificios de una tradición demasiado prolija en formas y estructuras arcáicas, nos vemos atrapados o iluminados por la sencillez con la que estas tradiciones orientales nos hacen llegar verdades universales y auténticas. Y es esa autenticidad del momento y el entorno concreto -no siempre se dará- la que realmente nos llega. Encontrar algo auténtico y simple a nivel de espiritualidad es lo que nos hace apreciar como «mejores» estas otras tendencias de pensamiento orientales, cuando en la esencia de lo que trasmiten no difieren de las que tenemos en nuestra propia cultura.

Es cierto que a mí, personalmente, me ha ayudado a entender y sentir mejor la espiritualidad mi acercamiento a la filosofía oriental, y por otro lado encontrar y apreciar en lo que ya tenía esos mismos valores. Entiéndase que para eso hay que quitar mucha paja, o «podar» en palabras de Juan, y abstraerse de todo aquello que en lo externo difieren,  y dejar a un lado la contaminación del mensaje que con notorios intereses del «bussiness» se hace desde las más altas esferas sobre las primitivas enseñanzas.
En resumen podemos decir que lo auténtico es la experiencia que cada uno tiene de su propia espiritualidad y que no es, ni tiene que ser igual en ningún plano que lo miremos. El camino que cada uno elije y que a cada uno le ayuda a ello, es el bueno… para él. Y para apreciar esa experiencia real, una de las cosas imprescindibles es apartar lo más posible la mente analítica, los juicios y etiquetas, y dejar que sea una experiencia personal y holística la que nos conecte con el conocimiento desde la vivencia, no desde el pensamiento.

Por todo esto, si buscamos respuestas mentales, el maestro dice: «-Si no estáis escuchando el río que brinca a vuestros pies, estáis irremediablemente perdidos.»

Buena práctica.

Generando futuro

Contando con que todo lo que hacemos tiene sus consecuencias, y que el destino no es más que la reacción a una acción previa, si queremos que nuestro día a día cambie, si deseamos que nuestro futuro sea distinto, entonces… debemos cambiar y cuidar lo que hacemos, pensamos y decimos hoy.

«Si siempre haces lo que siempre has hecho, siempre tendrás lo que siempre has tenido».

Buena Práctica.

Quedarse sin burladero

La única contraindicación que reporta la práctica del Taichi como Arte Marcial, como filosofía y nuevos hábitos, como camino de Vida, es que al tomar conciencia de nuestros propios actos y limitaciones, al sentir las carencias que intentamos tapar con nuestras máscaras, adicciones y actitudes incoherentes, al apreciar esa esencia que somos, nos quedamos desnudos frente a nuestra propia soledad.

Somos lo que somos, no lo que queremos ser. Y en ese autoengaño nos rodeamos de armaduras, de trincheras, burladeros y capotes con tal de no ver ni enfrentar al toro por los cuernos.

Cuando a través de la práctica vamos desmontando nuestras falsedades, sólo nos queda afrontar con dignidad y autenticidad una sola y gran verdad: Somos únicos, amorosos y perfectos.

Y para llegar a eso hay un solo camino. El camino de la práctica, la observación del observador, la esencia de nuestro ser Único unido a todos los demás.

Si estas en el camino… estás jodido. No hay vuelta atrás. Lamentablemente, sólo puedes ser tú mismo.

Ahora tú decides, ¿vas a seguir mirando a otro lado?

No juguemos a Dioses

Acabo de ver un documental sobre Medicina China y Acupuntura, en el que se muestran distintas opiniones y métodos relacionados con la MTC.

Un científico demuestra el efecto de la Acupuntura sobre el sistema nervioso, cosa que a los médicos de MTC no les preocupa lo más mínimo porque hace miles de años que ellos ya lo saben, y no necesitan esas comprobaciones de mentalidad occidental para que les corroboren lo que llevan usando con éxito tanto tiempo.

El caso es que desde ese «estudio científico» al estilo occidental, se llega a unos porcentajes de éxito relativo que les permite a los escépticos mantener la duda de por qué funciona a veces y otras no.

No debemos olvidar que el cuerpo, y la persona en su sentido holístico siempre tiene la última palabra. Las disfunciones o patologías que cada ser humano padece obedecen a factores mucho más amplios de lo que técnicamente se pueden demostrar, de modo que desde la Medicina no se debe nunca imponer un cambio ni una cura. Sólo se puede sugerir, ayudar o inducir para que el cuerpo reaccione… si es lo que le toca hacer y si es lo adecuado para la persona en ese momento.

Ya conocéis el discurso de «la Enfermedad cómo camino», y el hecho de que nuestras circunstancias de vida y las personas con las que nos encontramos forman parte de esa «trama invisible» que tienen como fin último nuestro crecimiento personal, nuestro desarrollo y la paz interior, aunque para ese fin tan elevado y noble, pueda irnos la vida en ello. Recordad que para nuestra verdadera esencia en la Unidad, estar vivo o muerto es una anécdota.

Marcial no es lucha

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La parte marcial del Arte del TaiChi y el Kung Fu no es sólo para la lucha. Desarrolla una actitud digna con la que enfrentar las circunstancias de la vida, y como responder ante ellas.

Dignidad es la máxima expresión de libertad, es la capacidad de elegir siempre. A pesar de las situaciones externas, siempre puedo decidir cómo enfrentar esas situaciones.

Pero nuestra capacidad de sacrificio, de aceptar los duelos, se topa generalmente con la resistencia de la comodidad. Tratamos de evitarlos a toda costa, cuando en verdad, sólo hacemos acercarnos más al sufrimiento. «Hay que ver lo que sufrimos por no querer sufrir». Como dicen los clásicos: «Encontramos nuestro destino en el camino que tomamos para evitarlo».

(P.D: Si quereis saber más de la teoria de la inevitabilidad, preguntar a Carlos Giménez.)