La dulzura no está reñida con la asertividad

Un corazón noble puede usar cualquier arma con sensatez.

Se puede ser bondadoso, dulce y amoroso y sin embargo tener muy claros los límites y saber hacerlos respetar, empezando por uno mismo.

En la práctica del Taichi, a veces, sobre todo los más noveles, cuesta trabajo identificar debajo de esa lentitud y suavidad de movimientos, la verdadera esencia marcial de este arte. Porque sí, es un arte, marcial, pero arte.

Cuando hablamos de arte marcial tendemos a centrarnos en la parte marcial y olvidarnos del arte, de poner el alma en lo que hacemos. Pero también es habitual que ocurra al contrario. Si nos centramos en la finalidad de relajación, de prevención del estrés o el enfoque meditativo, es lógico perder de vista el sustrato que yace en el fondo.

Esa cocinilla de la Medicina china que fluye a nivel energético e interno tiene unos poderosos efectos sobre la autoestima, la asertividad, la gestión de los límites y la fuerza de voluntad. Características más cercanas a lo que sería un guerrero en el sentido más pacífico y más consciente, donde la verdadera finalidad de la práctica es proveerte de herramientas que te ayuden a gestionar las situaciones cotidianas. A ese nivel, donde el contrincante es tu propio inconsciente, tus sombras y tus miedos.

La capacidad de poner límites, de decir que no, o de anteponer el propio equilibrio emocional a los chantajes externos, es algo que se practica subliminalmente mientras nos movemos y educamos a nuestra energía a comportarse de una determinada manera. Esa misma actitud, luego en el día a día se mantiene, y lo que parecía una mera «gimnasia» tiene efectos muy distintos y fortalecedores. (Todos recordamos al chaval que aprendió karate pintando vallas y encerando coches ☺️)

Una de las descripciones poéticas que se ha hecho del Taichi lo hacía diciendo que el Taichi era «como un puño de hierro en un guante de seda».

El ‘modus operandi’ del Taichi

Hay varios pilares sobre los que se sostiene el Taichi. Y son los mismos fundamentos de la Medicina Tradicional China, especialmente Yin y Yang y los 5 Elementos.

Curiosamente, a ese típico dibujo que en occidente conocemos como Yin y Yang, el círculo medio blanco y medio negro con los puntitos, en China se le conoce como Tai Chi. Sí, eso es el Taichi. Entonces, ¿lo que practicamos, qué es? Fácil: Tai Chi Chuan (tai ji quan, escrito en Pinyin, que sería la transliteración a alfabeto occidental), pero de su significado os cuento otro día.

Hoy quería hacer hincapié en los otros pilares, en los que se basa la práctica según la realizamos diariamente, y con lo primero que nos encontramos al iniciarnos. Me refiero a estos tres pilares: Respirar, sentir, y movimiento circular. Hablaremos en profundidad de cada uno más adelante.

Como anécdota, yo siempre que explico esto en el primer día de clase agrego: «-No pensal!, pensal no!» Es mi forma cómica de incidir en la actitud que debemos tener en la práctica. Centrar la mente en observar la respiración y el movimiento. Colocarla en modo observador sin juicio y con la mínima intención de hacer nada. Solo observar que está pasando.

Pues este es el modus operandi del Taichi. Dejar que la respiración alimente el movimiento, colocar la mente en modo observador y sentir lo que ocurre, y realizar movimientos suaves y circular es para que la energía fluya y las articulaciones trabajen sanamente.

Evidentemente hay, además, una técnica concreta muy elaborada que aporta muchísimo a la práctica y su eficacia terapéutica y evolutiva, pero ante todo está este modo de hacer, sin el cual no tendría sentido el resto de técnicas, secuencias o «coreografías«. Sin estos principios, el Taichi sería, en el mejor de los casos, solo un baile.

Buena Práctica.

Tómate tú tu tiempo

Cuantas veces oímos y decimos que no tengo tiempo para hacer esta o aquella cosa… y todos sabemos que tiempo siempre hay para todo, solo falta la voluntad y la decisión de en qué decidimos emplearlo.

Con nuestra propia salud y nuestro descanso mental y emocional pasa lo mismo. Nunca parece que vamos a encontrar el momento adecuado para cuidarnos o dedicarnos ese espacio o esa práctica que sabemos que necesitamos como el comer.

Entonces, ¿quién nos lo impide? … Sorpresa!! Tú mismo! Es más fácil responsabilizar a lo externo de todo lo que nos pasa que aceptar que no hemos tenido el coraje de asumir nuestra propia responsabilidad. Cuando te das cuenta de esto, cuando aceptas que solo tú eres responsable de ello, surgen dos emociones contrarias. La primera es: -¡Vaya, no le puedo echar la culpa a nadie!! La segunda es: -Si soy responsable de esto, entonces está en mi mano cambiarlo. Solo hay que ponerse.

No es la primera vez que teniendo la agenda tan apretada, venimos a quitar justo lo único que hacíamos por compensar tanto estrés y saturación. ¡Vaya! hemos vuelto a caer en la trampa del inconsciente, que nos prefiere agobiados y sometidos, ciegos a los trapicheos de las mochilas emocionales y el famoso cuerpo-dolor, antes que despiertos y lúcidos para poner los focos bien potentes antes esa sombra que prefiere seguir oculta para hacer de las suyas a sus anchas.

¿Quieres crecer? ¿Quieres conocerte mejor y buscar la paz interior? Pues ponte en camino. El tiempo para ti nadie te lo va a dar, ¡cógelo tú!